‘El acusador fantasmal’
Cuentan una extraña historia que ocurrió hace tiempo durante el
juicio a un presunto asesino. El cuerpo de una mujer cercana a su entorno había
aparecido con un terrible corte en el cuello, y él era el principal sospechoso.
Pero el asesino había preparado el crimen tan bien, de forma tan perfecta, que
los investigadores del homicidio no encontraron ninguna pista concluyente. Los
agentes no consiguieron hallar ninguna huella, ni arma homicida ni rastros de ADN
en el lugar del crimen.
Así que el día
del juicio, el acusado estaba en principio bastante tranquilo. Tenía la total
certeza de salir airoso de aquella situación. Más aun sabiendo que no existía
ningún testigo capaz de acusarle directamente, porque nadie le había visto
aquel día.
Comienzan los
problemas para el acusado
Sin embargo,
en el momento en el que el fiscal llamó a declarar a los testigos, el acusado
comenzó a ponerse nervioso. La defensa no entendía muy bien por qué:
– No se ponga nervioso– le decía su abogado de oficio- Solo hay dos
testigos que no podrán decir nada, absolutamente nada concluyente.
– Sí que
puede, sí que puede- repetía angustiado el acusado.
– Pero usted
me dijo que ninguna persona podía delatarle….
– Pero él sí,
y no puede estar aquí- repetía más angustiado aún.
– ¿Pero quién?
¿El jardinero? ¿La dama de llaves? Los dos estaban fuera ese día…
– Él sí, él
sí… – repetía sin coherencia alguna el acusado.
El juez, que
se dio cuenta del estado de ansiedad en el que se encontraba el acusado,
comenzó a tomar declaración a los dos testigos, sin que pudiera sacar nada en
claro, ya que aseguraban que ese día ellos no estaban en la casa.
– Señoría, ¡él no puede testificar! ¡No sería imparcial! Un testigo no puede haber tomado
parte en el asunto… – dijo de pronto el acusado.
– No entiendo muy
bien a qué se refiere… Una persona afectada en un caso también puede
testificar. No veo el problema. Imagine en un asalto de caminos que no pudiera
testificar el asaltado…
– ¡Pero él no
puede hacerlo!- gritó desesperado el acusado, con la mirada fija en los
testigos.
Qué es lo que
perturbaba al acusado de este crimen
El juez notó entonces que el acusado miraba hacia
los testigos como si viera algo más. Notó su creciente angustia y para intentar que
confesara, le dijo:
– Muy bien, ya veo que observa usted a un testigo al que no quiere escuchar. Le
leeré pues un versículo de la Biblia para ayudarle a aclarar la mente.
Y diciendo
esto, el juez tomó la Biblia entre sus manos y leyó el siguiente versículo de
Josué:
– ‘Hijo mío, por el Dios de Israel, confiesa y declárame qué has
hecho. No me lo
encubras’.
En ese momento, el acusado rompió en llanto y
confesó el crimen, paso a paso, y sin dejar de mirar a ese testigo que nadie más
podía ver: su víctima, esa
mujer a la que había asesinado, le miraba implacable desde el estrado, con un profundo
corte en el cuello y el cuerpo ensangrentado.
Y así fue, tal como cuentan esta historia, cómo el acusado, que en principio no contaba
con nadie en contra, capaz de mandarle a la cárcel, encontró en su víctima su verdugo
final.
¿Conoces alguna historia fantasmal?
Cuéntanos
No hay comentarios.:
Publicar un comentario